Aquella mañana había salido de su casa como cada día en los últimos 23 años, y sin embargo nada más poner el pie en la acera supo que algo iba mal. La atmósfera que reinaba en la calle.. aquella calma, aquella paz, era todo muy atípico. Tuvo la sensación de que todo transcurría a cámara lenta: el viento meciendo levemente los cipreses de la avenida, la gente en su ida y venida, los automóviles circulando.. todo extrañamente silencioso y lento. Lo que más le intrigaba era aquel destello débil en la lejanía, no quería mirarlo pero lo estaba deseando, algo en él lo atraía. Levantó la cabeza y fijó sus pupilas sin miedo en aquella luz tenue. De repente una sensación de vértigo le invadió, sintió el mundo desvanecerse a su alrededor mientras la luz se hizo más y más grande a medida que se aproximaba a toda velocidad. Justo antes de quedar totalmente cegado, Antonio tuvo una visión: comenzaba justo un momento antes al poner el pie en el asfalto, pero en ella se veía así mismo rebobinando sus pasos. Caminaba hacia atrás hasta su casa, entraba de espaldas y cerraba la puerta a la vez que se quitaba la chaqueta y la colgaba en el perchero. Entró en su habitación vestido y salió llevando puelto el abornoz, andando de espalda hasta el baño, donde se quitó el albornoz y se metió mojado en la ducha. A medida que veía su vida rebobinada hacia atrás, la secuencia se aceleraba más y más. Llegó un momento en que la velocidad hacía imposible distinguir la secuencia de movimientos, solo podía distinguir un bombardeo de imágenes que pasaban a toda velocidad por sus retinas sin que pudiera acaso afirmar que realmente eran vivencias, recuerdos, acontecimientos acaecidos realmente.. Estaba inmerso en una vorágine de imágenes que incesantemente desfilaban ante sus ojos, a la vez que un pitido cada vez mas agudo y estridente le ensordecía. Una gran presión le invadió el pecho y lo sacudió como un latigazo... oscuridad. Otra tremenda sacudia le sobrevino, esta vez fue peor. La sensación de asfixia le invadió, intentó respirar pero no pudo... tenía algo enla garganta que se lo impedía y sin embargo no tuvo miedo.
Súbitamente José volvió a la realidad, se descubrió asi mismo andando con el piloto automático, pero había algo en el ambiente que le resultaba muy extraño, juraría que esta calma tan extraña, que este silencio, hace un momento había tenido la misma sensación ... o no¿¿??. No sabría decirlo, el caso es que no le extrañó esta calma, todo ese sosiego. A decir verdad miró a su alrededor y con una sonrisa de felicidad comenzó a caminar. "Qué raro -pensó-, Juraría que yo tenía algo que hacer".
Mientras se perdía caminando por la acera, bajo los cipreses, un equipo de urgencias tapaba el cuerpo inerte de Antonio. Recogían la unidad de electroreanimación y el equipo de oxígeno, a pesar de haber estado entubado y pese a las dos descargas que le habían administrado, lo habían perdido. Lo que más desconcertó al auxiliar no era la muerte del paciente, pues era conductor de ambulancias desde hacía varios años y ya había estado antes en situaciones similares; lo que más le desconcertó fue la leve sonrisa en el rostro del enfermo y la fugaz sensación de que una luz en sus ojos se extinguió de súbito, como la llama de una vela justo cuando consume la última gota de cera.
Súbitamente José volvió a la realidad, se descubrió asi mismo andando con el piloto automático, pero había algo en el ambiente que le resultaba muy extraño, juraría que esta calma tan extraña, que este silencio, hace un momento había tenido la misma sensación ... o no¿¿??. No sabría decirlo, el caso es que no le extrañó esta calma, todo ese sosiego. A decir verdad miró a su alrededor y con una sonrisa de felicidad comenzó a caminar. "Qué raro -pensó-, Juraría que yo tenía algo que hacer".
Mientras se perdía caminando por la acera, bajo los cipreses, un equipo de urgencias tapaba el cuerpo inerte de Antonio. Recogían la unidad de electroreanimación y el equipo de oxígeno, a pesar de haber estado entubado y pese a las dos descargas que le habían administrado, lo habían perdido. Lo que más desconcertó al auxiliar no era la muerte del paciente, pues era conductor de ambulancias desde hacía varios años y ya había estado antes en situaciones similares; lo que más le desconcertó fue la leve sonrisa en el rostro del enfermo y la fugaz sensación de que una luz en sus ojos se extinguió de súbito, como la llama de una vela justo cuando consume la última gota de cera.
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