lunes, 26 de noviembre de 2007

LA CREACION DEL LUNES

Todos creemos estar muy seguros de la realidad que nos rodea, quiero decir que aquellos que podemos percibir con los sentidos es lo que determina el conjunto de cosas que podemos conocer. Se abre aquí una bifurcación muy interesante en el mundo de las cognosciencia: aquello que podemos percibir y cómo lo percibimos. Hoy me gustaría transitar por el primer sendero.

En efecto todo lo que existe no es todo aquello que podemos percibir, y no me refiero a todo lo que por ser infinitesimal o por el contrario infinito frente a nuestra propoción, escapa de nuestros sentidos. No. Nuestros sentidos nos dan un versión light de la realidad, para ser rigurosos habría que decir que vemos la realidad filtrada, descafeinada por así expresarlo. No podemos ver más alllá del espectro limitado comprendido entre el rojo y el violeta, no podemos escuchar más allá de los 22 KHz, ni detectar olores por debajo de un número mínimo de partículas en aire; detectamos sólo ciertos relieves y cambios de temperaturas y degustamos una combinación lineal de cuatro sabores básicos. No hay más. Puestos a ser poéticos, nosotros no sabemos nada de la realidad que nos alberga, somos como aquel preso que desde su celda vislumbra solo la porción de calle que la ventana le deja.

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