De todos los animales en la faz de la tierra, somos los únicos que transmitimos los recuerdos a la siguiente generación, hacemos que el futuro se acuerde de su pasado. Sin embargo la historia no está carente de toda ironía y pese a que nos avisamos de lo que pasó, cómo ocurrió y por qué sucedió, seguimos no solo recayendo en las mismas faltas sino que las agravamos, como si un un instinto de autodestrucción nos empujara a batir el record en cada nueva generación. Hablábamos hace unos días de la maldad intrínseca en el ser humano, el intinto de muerte, los sentimientos (el reverso tenebroso de la bondad) y en el fondo algo me instaba a no poder creer en esa realidad. Lamentablemente aún no encuentro nada lo suficientemente sólido como para hacerme cambiar de parecer. Continúo a la búsqueda.
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